Entre las necesidades básicas
del ser humano se encuentra una en especial que tiene que ver con su entorno
social, se trata de formar parte de un grupo social; o como hoy en día se le llama
comunidad, y esta es convivencia.
El ser humano cuenta con una gran capacidad de adaptación por lo que ha logrado sobrevivir en cualquier entorno en el que se encuentre; si este no es el caso, tiene la opción de moverse hacia otros lugares de mejor condición para establecer una comunidad, buscando así satisfacer sus necesidades alimenticias y convivir plenamente con la naturaleza de manera segura y con los mismos integrantes de la comunidad.
Para que esto sea posible
una persona debe desarrollar ciertas habilidades para convivir, que en general es
llamada “inteligencia social”. Estas pretenden desarrollar la capacidad de
entender y manejar a las personas para actuar sabiamente solo en relaciones
humanas. Hablando específicamente de la convivencia se trata de conocer y
respetar al otro. Hablar, escuchar e incluso debatir de manera no violenta
encontrando acuerdos, respuestas y soluciones son las características por las
que una persona logra una convivencia estable.
El ser humano cuenta con una gran capacidad de adaptación por lo que ha logrado sobrevivir en cualquier entorno en el que se encuentre; si este no es el caso, tiene la opción de moverse hacia otros lugares de mejor condición para establecer una comunidad, buscando así satisfacer sus necesidades alimenticias y convivir plenamente con la naturaleza de manera segura y con los mismos integrantes de la comunidad.
Cuando nos ponemos a
reflexionar sobre nuestra vida; lo primero que podemos decir es que somos un ¨yo¨;
un ser que se encuentra en el mundo, que nuestra vida consiste en interactuar
con todas las cosas y personas que podemos hallar en el, pues la esencia del
hombre es el resultado del conjunto de las relaciones sociales concretas que se
han mantenido a lo largo de su vida. Por este medio ha prevalecido conocimiento
tanto para explicar los fenómenos naturales que nos rodean, los eventos y
acontecimientos sociales de nuestros antepasados; y finalmente de la vida misma.
El tipo de trato que
tengamos con las personas y que ellas tengan con nosotros determina (en parte)
nuestro modo de ser y nuestra personalidad. Si estas relaciones han sido
favorables es porque han satisfecho nuestras necesidades psicológicas básicas y
un tanto sentimentales; tales como: aceptación, afecto, respeto y autoestima.
Contando también si se han proporcionado las condiciones adecuadas para el
desarrollo, entonces la personalidad, crecerá y el individuo estará a
disposición de asimilar los valores y las normas de la sociedad.
Si la sociedad le dice ¨si¨
a un individuo, este en reciprocidad responderá con un sí. A este proceso
básico de formación de la personalidad se le llama socialización. Pero si al contrario,
si ha vivido relaciones negativas, entonces se desarrollara anormalmente y como
consecuencia el sujeto responderá con un resentido no. Esta actitud se
manifiesta por una conducta antisocial, porque no se ha desarrollado con normalidad
el proceso de socialización.
Podemos ver entonces la
importancia de desarrollar una buena convivencia y además siempre llevarla a la
práctica pues está presente en todos partes; tanto en la escuela, el hogar, el
trabajo y en la misma calle. Así mismo encontramos una respuesta al desarrollo
poco armonioso y estable que pueden tener las personas en la sociedad.
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