En la mañana siguiente; ya no había nadie, uno de los
jóvenes que conocí la noche anterior me llamo para hablar directamente conmigo.
Esa situación me preocupo en un inicio, consideraba que tal vez no estaría de
acuerdo con quedarme en aquel lugar y que me pediría que me fuera.
Fue muy directo en sus palabras, me comento que ellos se
dedicaban a vender droga y que muchas personas iban a la casa para comprar
“grapas” (es la forma en la que la venden). Además en ocasiones la consumen
entre sus colegas dentro de la casa o en la calle, pero que por ningún motivo
aceptara consumirla si es que en algún momento alguno de ellos me lo ofrecía;
incluso si fuera él. Por ello tienen cierto conflicto con la policía la cual
frecuentemente va a registrar la casa.
-Te puedes quedar, yo
no tengo ningún problema, pero te pido que nos ayudes a realizar algo de
limpieza en la casa; piénsalo-
Durante todo el tiempo en el que Quirino me contaba esta
situación, yo me quede escuchando y sin dudarlo acepte su condición. A partir
de ese momento comprendí que no es correcto realizar juicios sobre las personas
que no se conocen basándose en apariencias o en este caso por la actividad que
hacen.
Reconozco que lo primero que se me vino a la mente al
escuchar que se dedicaban a vender droga, fue aquella imagen de lo que
socialmente se conoce como un narcotraficante. Pero el hecho de que me haya
brindando la oportunidad de habitar en aquel lugar sin pedirme algún tipo de
renta, y con ello salvándome la vida, se había ganado mi respeto.
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