La cuidad griega
del periodo helenístico respondía a la lógica centralizadora. La ciudad griega
buscaba tierras fértiles y lugares estratégicos para el comercio y debido a
esto se ubicaban en los litorales, regiones en donde el elemento del agua abundaba
para satisfacer las necesidades de la población.
Entendida como el paso
de la polis a la megalópolis, es decir, el
advenimiento de la ciudad imperial, supone también un cambio fundamental de
relación entre el ciudadano y el poder. En la polis el ciudadano era un
elemento activo; en el nuevo municipio, únicamente recibía órdenes. La ciudad
dejo de ser el escenario en el cual los hombres desempeñaban un papel decisivo
en la vida social y devino ámbito para la exhibición del poder.
La noción de modernidad se expresa en grandes
innovaciones en el planteamiento urbano como las obras para facilitar la
circulación, el transito, la plantación de árboles en las zonas construidas y
la ornamentación de las calles. La ciudad Helenística se convirtió también en
arena para espectáculos masivos.
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