Cuando en el año 476 el último
emperador del imperio romano de Occidente, Rómulo Augústulo, es depuesto por
Odoacro, jefe hérulo.
Con esto concluye una larga historia de asechanzas y de
alianzas entre los distintos pueblos bárbaros y el imperio romano. La
decadencia del Imperio venia también de tiempos atrás y este acontecimiento
simboliza la conclusión de una cultura que había sido minada por sus propias
contradicciones internas. No es del todo cierto que la caída del imperio se
debió a las invasiones bárbaras:
Los emperadores aumentaron los
impuestos a los municipios y ciudades haciendo que parte de la clase mercantil
se retirara al campo y que los pequeños propietarios se arruinaran. La
actividad económica decayó, el desempleo se volvió cosa corriente y el comercio
se estanco, lo que dio como resultado que las ciudades se fueran despoblando
paulatinamente.
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